Front Line Defenders ha lanzado un nuevo documental (23-04-2014)

Front Line Defenders ha lanzado un nuevo documental sobre Memoria, Verdad y Justicia

La Organización Internacional Front Line Defenders, Fundación Internacional para la protección de l@s defensor@s de los derechos humanos, ha lanzado un nuevo documental, Memoria, Verdad y Justicia, sobre la lucha por justicia de los DDHH y las familias de los desaparecid@s en la Argentina. En el mismo participan Elba Morales y Pablo Gabriel Salinas por el MEDH Mendoza.

Reproducimos aquí también el arículo de Mary Lawlor sobre la importantancia del caso argentino para la lucha actual por los derechos humanos.

Argentina y la cuestión de la impunidad

Han transcurrido casi 40 años desde que la dictadura militar en Argentina inició lo que se dio a conocer como la “guerra sucia” contra su propio pueblo, por lo menos contra aquellos argentinos/as sospechados de simpatizar con la izquierda. La Comisión Nacional de Derechos Humanos de Argentina determinó un número de 9.000 personas desaparecidas, mientras que otros llevan esa cifra alrededor de los 30.000. Probablemente nunca sabremos cuántas personas fueron llevadas en medio de la noche para ser abusadas, golpeadas o torturadas. Algunas fueron asesinadas y enterradas en tumbas anónimas; otras, trasladadas en helicópteros del ejército y -al sobrevolar el mar- arrojadas vivas al océano, donde nunca serán halladas. Esta campaña de terror se sustentó en un sistema de secuestros, asesinatos, arrestos y detenciones arbitrarias y ejecuciones extrajudiciales.

Para la mayoría de quienes están leyendo este blog, todo esto ocurrió hace mucho tiempo, es historia antigua, tan relevante en esta era tecnológica como los rollos del Mar Muerto. Pero para quienes tomamos conciencia de los derechos humanos en la década de los años setenta y ochenta, este fue un tiempo de definiciones, donde era necesario tomar partido. La crueldad y barbarie de lo actuado por la dictadura en la Argentina (y por otros varios gobiernos represivos) fue tal que la canción “Venceremos” se convirtió en la bandera de lucha de quienes hacen campaña por los derechos humanos en todo el mundo.

Ahora bien. ¿Por qué volver atrás, traer todas esos recuerdos y reabrir las heridas del pasado que, en muchos casos jamás cerraron? ¿Qué se gana con ello?

El delito de la desaparición forzada, y la consiguiente impunidad que lo instiga, afecta a múltiples generaciones: padres, abuelos, hijos, hermanos y hermanas deben encarar toda una vida sin saber qué ocurrió; se les niegan la verdad y el acceso a la justicia.

El impacto de estos crímenes contra la humanidad fue más allá del círculo íntimo de la familia y amigos de los/as desaparecidos/as. Las desapariciones ejercieron una influencia que corroe y corrompe todo el espectro social. Contaminaron al ejército o fuerza policial que perpetró las acciones, a la administración civil que proveyó el contexto burocrático de respaldo mediante sus servicios, a los jueces y al sistema jurídico que cubrió la legalidad espuria de los delitos cometidos, al sistema político que los justificó en el nombre de la estabilidad y la seguridad y a los medios de comunicación que ayudaron a difamar a quienes durante décadas exigieron justicia.

En muchos de los casos los perpetradores siguen allí. Siguen creyendo que su causa es correcta y que actuaron en favor de los intereses de la nación. Permanecen “por debajo del alcance del radar” en sus clubes de tenis y residencias, confiados en que nunca serán juzgados. Todos los activistas y abogados/as que participaron en este documental sufrieron amenazas. Algunos/as en forma directa y brutal, otros de manera más sutil, como al preguntarles por la salud de su pareja o si sus hijos siguen asistiendo a la misma escuela. Simplemente les hacen saber: “Sabemos dónde vives”.

Investigar estos crímenes es importante porque constituye un espejo hacia el pasado y traslada lo ocurrido desde reino del mito y la propaganda hacia hechos indiscutibles. Enfrentar la verdad de lo sucedido nos ayuda a volver a articular aquello que nos define como naciones e individuos, reafirmando lo que compartimos y los valores que sostenemos. También nos ayuda a recordar a la actual generación la sabiduría de aquel antiguo dicho “el precio de la libertad es una eterna vigilancia” y su responsabilidad para asegurar que las palabras Nunca Más sean más que un eslogan pintado en una pancarta.

La investigación sobre las desapariciones en Argentina y los consiguientes juicios a los perpetradores nos revela el papel crucial de la sociedad civil y los/as defensores/as de derechos humanos. Sin el trabajo realizado durante décadas por defensores y defensoras, inclusive las madres y abuelas de Plaza de Mayo, estos actos vergonzosos habrían terminado en algún cajón del olvido de la historia. Pero ellos reunieron pacientemente la evidencia, los testimonios de los testigos, señalaron los centros de tortura y las fosas comunes y mantuvieron el tema vivo en la conciencia pública, y lo hicieron a pesar de las amenazas, la intimidación y la soledad de una campaña a largo plazo, que exige mucho sacrificio para ser llevada hasta el fin. Y por supuesto, a pesar del dolor de haber sido victimizados o de haber perdido a un ser amado, ya que muchos/as de estos DDH fueron víctimas ellos mismos.

Al buscar justicia por quienes sufrieron en la Argentina, estos valientes hombres y mujeres nos recuerdan que todavía tenemos responsabilidades para con quienes sufren en Irlanda del Norte, en Colombia, en la República Democrática de Congo, en Serbia y Bosnia, que siguen sufriendo porque quienes esgrimen el poder -o simplemente un arma de fuego- sienten que pueden cometer cualquier atrocidad y salirse con la suya. La impunidad niega la posibilidad de justicia, y sin justicia y asignación de responsabilidades, las promesas de la Declaración Universal de Derechos Humanos constituyen solo palabras vacías impresas en un papel.

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